Por Raúl Alelú-Paz
En las últimas semanas, uno de los principales temas de conversación en nuestro día a día ha versado sobre qué vacuna nos tenemos que poner como segunda dosis. Como sabrán el Gobierno aprobó que, para aquellas personas menores de 60 años que hayan recibido una primera dosis de la vacuna de AstraZeneca, se administrase como segunda dosis la vacuna de Pfizer.
Lejos de tratar de comprender este caos relacionado con la gestión en las decisiones que tienen que ver con la administración de la vacuna (y que quizá también estén relacionados con la demanda que ha interpuesto la Unión Europea contra AstraZeneca por incumplimiento de contrato), vamos a analizar los datos de los que disponemos para así tratar de ayudar a aquell@s ciudadan@s que se sienten indefensas (e incluso abrumadas) por tener que tomar una decisión de la que, en ningún caso, han sido participes (recordemos que ningun@ de nosotro@s podía decidir qué vacuna se ponía como primera dosis).
Si atendemos a las indicaciones de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), se debe (nos debemos) administrar la segunda dosis de AstraZeneca en el caso de haber recibido una primera dosis de la misma vacuna. El estudio publicado en The Lancet, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, señala que, en la muestra estudiada (830 personas mayores de 50 años), tras la administración de la segunda dosis de AstraZeneca se han presentado efectos adversos de corta duración y poca gravedad (malestar, fiebre, dolor muscular, etc). Además, de acuerdo a los datos de la Agencia de Regulación de Medicamentos y Productos de Salud del Reino Unido, el riesgo de trombosis tras la administración de esta segunda dosis es muy bajo (0.00010% frente al 0.0011% de casos de trombosis tras la primera dosis).
Pero vamos a los datos que ofrece la agencia británica antes citada (quien esté interesado en ver el informe, puede acudir a la web ). En el informe que recoge los datos de efectos adversos provocados por la vacunación contra la COVID-19 en el periodo comprendido entre el 9 de diciembre de 2020 y el 19 de mayo de 2021, y que consta de 103 páginas, podemos observar que el número de efectos adversos reportados ha sido de 676.083, siendo 806 de ellos mortales (un 0.12%). Tenemos que tener en cuenta que en este informe se incluyen desde aneurismas, pasando por crisis hipertensivas, trombosis, operaciones de rodilla, amputaciones de pie, y cualquier otra condición médica que se le pueda a usted ocurrir; no debemos olvidar que lo han realizado los británicos, y éstos no dejan nada sin registrar. Establecer una causa-efecto, o en otras palabras, que la administración de la vacuna esté relacionada con una operación de la musculatura ocular (tal y como aparece en la página 99 del citado informe) resulta, como poco, arriesgado, pero es interesante analizar esta acumulación de datos para tratar de obtener patrones que nos aporten algo de luz.
Volvamos a los datos. Vamos a suponer que las 806 muertes se han producido una vez se ha administrado la segunda dosis (en realidad no es así, muchas de esos fallecimientos se produjeron tras la primera dosis). Si tenemos en cuenta que son 10.700.000 británic@s los que han recibido las dos dosis, el porcentaje de riesgo de morir tras recibir dos dosis de AstraZeneca es de un 0.007% o, para comprenderlo más fácilmente, 1 de cada 13.275 ciudadan@s. Si lo comparamos con las probabilidades de morir por otras causas a lo largo de la vida, tenemos que es más probable morir por una caída (1 de cada 106), por estar en mitad de un atraco (1 de cada 289), por ahogamiento (1 de cada 1.128), por insolación (1 de cada 8.248), o por disparo accidental de arma (1 de cada 8.571) (confieso que estos datos proceden del National Safety Council de los Estados Unidos, aunque para lo que quiero argumentar son perfectamente válidos).
En conclusión, la probabilidad de morir por recibir esa segunda dosis de AstraZeneca es muy baja, prácticamente nula, aunque es cierto que hay personas que han fallecido a consecuencia de ello. Y eso ha de tomarse muy en serio e investigarse, ya que cada muerte siempre es una tragedia. Pero también tenemos que plantearnos que, seguramente, no conocemos a nadie en nuestro círculo más cercano/medio que haya fallecido como consecuencia de la administración de la vacuna. Eso debería orientarnos para decidir qué vacuna ponernos, ya que las autoridades se han mostrado lo suficientemente irresponsables como para delegar en nosotr@s una decisión tan importante.
¿Mi recomendación? Sigan las directrices marcadas por la Agencia Europea de Medicamentos; si no han tenido una reacción adversa grave a la primera dosis de AstraZeneca, pónganse la segunda dosis de esa misma farmacéutica. Y no olviden que la vacunación es el método más eficaz para evitar la muerte o la hospitalización por el SARS-CoV-2 y volver a nuestra ansiada normalidad.
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